Como la lluvia y el viento

Veinte días antes de que naciera mi hija, mi hermano murió en un accidente de tráfico. Así de golpe, una decisión deliberada y el infortunio sin control. La vida y la muerte apelotonadas. La verdad es que cuando alguna de las dos nos toca, vemos el mundo de otra manera, casi nos convertimos en otra persona.

Y es que el principio y el final de la vida siempre nos han puesto delante de lo que realmente somos, del sentido de las cosas. Por eso han sido el terreno mejor abonado para las creencias, el campo de batalla donde las distintas interpretaciones del mundo, las ideologías y las religiones, han chocado como placas tectónicas.

El paso de una sociedad con una sola visión y una sola moral a una sociedad plural en la que conviven personas con distintos códigos éticos, es un rompecabezas difícil de encajar. No es fácil hacer compatible el respeto a la autonomía de personas con valores diferentes, con la necesidad de consensuar unos mínimos principios éticos que sean compartidos por todos.

Transformar ese mínimo común ético en leyes que garanticen derechos o que apliquen el Código Penal es un proceso sujeto a gran variabilidad y, por tanto, de resultado incierto.

En el mundo occidental, el extremo del máximo respeto a la autonomía para aquellas decisiones que afecten a la propia vida se sitúa en la reciente iniciativa del parlamento belga que amplía la despenalización de la eutanasia, en casos de enfermedades en fase terminal, a menores de edad que demuestren discernimiento.

En el otro extremo del péndulo, se encuentra la reforma de la actual ley del aborto aprobada por el Consejo de Ministros.

La despenalización del aborto de 1985 consistió en una modificación del artículo 417 del Código Penal por la que dejaba de ser un acto punible en determinadas circunstancias.

La Leyde salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo de 2010 estableció la libertad de decisión de la mujer durante las primeras catorce semanas de gestación sin que fuera necesario aportar ningún tipo de justificación. La norma trató de encontrar un equilibrio jurídico, científico, ético y sociológico entre la dignidad, la autonomía y los derechos fundamentales de la mujer, y la protección del embrión como bien jurídico constitucionalmente reconocido.

En el informe que elaboró la Comisión de Bioética de España se recoge que la semana catorce “constituye un hito relevante del proceso constitutivo de la organogénesis, lo que permite establecer una diferencia cualitativa en la valoración ética y jurídica del feto antes y después de esa fecha”.

En los veinticinco años que han transcurrido entre el texto de 1985 y el de 2010, no hay duda de que la sociedad ha experimentado un profundo cambio, tanto en su estructura y funcionamiento, como en los valores de la mayoría de sus integrantes.

La propuesta de modificación de 2014 sin embargo, no responde a cambios trascendentes en la forma de pensar de la sociedad. Tampoco han ocurrido hallazgos científicos que hayan modificado el conocimiento actual, ni nuevos pronunciamientos jurídicos.

En un tema tan complejo como este, una mayoría parlamentaria, aunque sea legítima, no parece suficiente como para imponer un determinado comportamiento a las personas que no estén de acuerdo con él. De hecho, la prohibición y la persecución penal del aborto por parte del Estado no han evitado su práctica a lo largo de la historia, sino que la ha convertido en un procedimiento de riesgo.

En las tragedias griegas, los hilos de la vida y la muerte eran movidos por dioses o fuerzas superiores sobre las que el ser humano no tenía ningún control, como si se tratara de la lluvia y el viento. Tantos años después, los ramos de flores que vemos en los arcenes de las carreteras nos recuerdan que en muchos aspectos la situación no ha cambiado tanto y que en gran parte el azar sigue moviendo nuestras vidas.

Sin embargo, si algo hemos avanzado como sociedad ha sido, en parte, gracias a que hemos conseguido organizarnos de tal forma que, junto a las normas comunes necesarias para la convivencia, hemos aceptado como un valor el respeto a las decisiones con las que cada persona intenta vivir su propio destino. También al principio y al final de la vida.

Publicado en Diario Sur el 27 de marzo de 2014

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