El trabajo y la inteligencia


     El acceso universal a la asistencia sanitaria como un derecho de los ciudadanos ha durado en nuestro país desde 1986, en que se aprobó la Ley General de Sanidad, hasta este año 2012 en el que se ha reintroducido el concepto de asegurado.

     Esta nueva situación no persigue sólo reducir gastos en tiempos de crisis, sino que supone un cambio de calado en la concepción misma de la sociedad.

     La asistencia sanitaria, la educación y los servicios sociales han sido los pilares del estado del bienestar que comenzó en Europa después del drama de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era crear una estructura social cohesionada y justa, que evitara la marginación de los más desprotegidos, los estallidos sociales y el acceso de los totalitarismos al poder.

     El Estado se convertía así en protector, en salvaguarda pública contra la enfermedad, la ignorancia y la pobreza de todos los ciudadanos desde que nacen hasta que mueren.

     El paradigma de este pensamiento ha sido el Sistema Nacional de Salud Inglés en el que tanto nos hemos mirado y que no ha estado exento de controversias ideológicas a lo largo del tiempo.

   El Laboralismo de posguerra consolidó la idea de lo público, del bien común y del Estado como benefactor de los ciudadanos, y se mantuvo hasta la llegada del Liberalismo de Margaret Thatcher, que sostenía que el sistema público era poco eficiente, estaba burocratizado y que un exceso de protección daba como resultado personas débiles que no luchaban por arreglar por sí mismas sus problemas.

    Con la llegada de Tony Blair al poder, los laboralistas actualizaron su apuesta por lo público, pero para evitar los problemas de la primera etapa, introdujeron mecanismos de competencia propios de la empresa privada, como el salario variable para los empleados públicos en función de resultados y la generalización de la cultura de la eficiencia. También se intentó corresponsabilizar a los ciudadanos con su propia salud y con el uso de los servicios sanitarios. La propuesta de no dar determinados servicios a los fumadores causó gran controversia.

    Recientemente, con la vuelta de los conservadores, el Sistema Nacional de Salud Inglés ha emprendido otra reforma en busca de la eficiencia mediante la privatización de los servicios, creyendo que el motor que hace funcionar las cosas es la búsqueda de beneficio de las empresas privadas.

    En España el estado del bienestar se inició bastantes años después y es ahora cuando estamos viendo por primera vez de forma súbita, apelotonada y trágica para algunos, las tensiones entre las dos concepciones antagónicas del sistema sanitario que se han precipitado con la llegada de la crisis.

    Los gobiernos autónomos progresistas mantienen la visión de un Sistema Nacional de Salud de acceso universal y gestionado por trabajadores públicos, que aunque con problemas de financiación, ha conseguido con un porcentaje del PIB inferior al de la mayor parte de los países desarrollados, una mejora generalizada de todos los indicadores sanitarios, incluida la esperanza de vida al nacer.

    El Gobierno de España y  las autonomías con gobiernos conservadores apuestan por una reforma global del Sistema Nacional de Salud, tanto del acceso, la cartera de servicios o la forma de gestión. Es significativo el ejemplo de Valencia, donde el cambio a la gestión por empresas privadas es una realidad que sin embargo no ha protegido contra el déficit de las cuentas públicas, sino todo lo contrario.

   Pero aún en estos momentos tan complicados, no podemos olvidar que el sentido y el objetivo de los sistemas públicos no es otro que proteger a los ciudadanos de la enfermedad, la ignorancia y la pobreza para conseguir una sociedad cohesionada que pueda  vivir en paz.

   Quizás sea verdad que las circunstancias obligan a buscar un nuevo rumbo, pero para que este nuevo rumbo no nos lleve cien años hacia atrás, va a ser necesario un inmenso trabajo por parte de todos, pero también inteligencia para saber utilizar el conocimiento que  se ha generado a largo la historia.

    Y claro está, un siglo atrás, lo que podemos encontrar es la realidad que inspiró las palabras que Valle Inclán escribió en Luces de Bohemia, cuando en un calabozo coinciden Max Estrella, el poeta ciego,  con un obrero encarcelado por una revuelta que le dice: "En España el trabajo y la inteligencia  siempre se han visto menospreciados".

(Publicado en Diariosur el 20/09/2012)


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